miércoles, 24 de agosto de 2011

SER VIEJO EN CHILE

Hoy en la tarde, mi padre fue a visitar junto con mi hijo, a un matrimonio de viejitos amigos de él. Yo los conocía, pero la última vez que los había visto había sido hace más de 10 años.
Cuando llegamos, nos atendió ella. La casa tiene la decoración de gente que no tiene para hecer arreglos, ya que no pueden ir a Falabella o a otra tienda a comprar, porque tienen que hacer rendir la plata de lo que vendieron o reciben de jubilación. El olor de las casas de los viejos es muy particular, porque es el mismo en todas. Los muebles que ellos conservan son de épocas pasadas, pero no son de madera rústica o vintage, tan de moda hoy en día.
El marido de la señora había cambiado mucho. Apenas caminaba y usaba una muleta. Para más remate un accidente vascular lo dejó con secuelas en el cerebro, por lo que sumado a un leve Alzheimer, empeora las cosas.
Yo lo recordaba a él, un viejo yugoslavo alto y fuerte, con un acento que sólo se escucha acá en Magallanes y a su camión azul. El había trasportado mercaderías desde Punta Arenas a Natales desde la década del 40 hasta cerca del año 2000.
No me impresionó verlo tan mal, porque la escena la he visto innumerables veces.
Luego de despedirnos, mi papá me dijo : "estaban contentos los viejos, porque después de todo, ¿quién más creís que vienen a verlos?...
Esa es la realidad de llegar a viejo, más encima, pobre, en Chile.
Nuestra sociedad que se supone tan desarrollada, nos ha enseñado desde la cuna a despreciar al viejo. Después de todos los viejos son feos, hediondos y no tienen nada interesante que contar. Mucha gente cree que la hace de oro al decirle "abuelitos". Muchos de ellos, como el matrimonio al cual me refería, no tuvieron hijos, lo que agrava el problema.
Otros que si tuvieron la suerte de tener hijos, tienen al menos la posibilidad que se preocupen un poco por ellos. Ahí vienen otros dramas, como los viejos postrados o con problemas mentales, que en muchos casos, son cuidados por sus hijos o yernos o nueras. Como dice una persona de 60 años -que todavía tiene a sus padres vivos -no ha disfrutado de su vida, porque se casó a los 22 años y ahora con 60, donde se supone que tiene que disfrutar su vida con su señora, no puede, porque tiene que estar preocupado de sus viejos.
Hace días estaba revisando mi jubilación, y según el famoso "número", tengo que juntar $200.000.000 para tener una jubilación más o menos digna, es decir, tendría que depositar todos los meses de aquí hasta el retiro, una montaña de plata, para que los señores de la AFP, rindan pérdidas por los próximos 30 años. Es decir, voy a ser viejo pobre.
Es por eso que me sentí más miserable al saber lo que viene en los próximos 40 años.
Una de las discusiones que estos días, es la indefención de la clase media. Claro, el sistema obliga a que uno junte sólo su leña para pasar el invierno, y el estado haga de soporte, en salud y otras cosas, pero la realidad dice otra cosa.
Me sentí miserable al recordar cuántas veces no traté bien a viejos o a mis propios abuelos. Cúantas veces no los fui a ver, siendo que ellos quizá me necesitaban.
Llegar a viejo y más encima pobre en Chile es la peor desgracia, porque el 80% de la población estamos condenados a eso, a vivir el ocaso de nuestras vidas en la más absoluta miseria, indefención y soledad.

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