jueves, 24 de febrero de 2011

NOCHE FESTIVALERA: DE ILUSIONES Y RECUERDOS.

Escribe : Ramón Arriagada


El día lunes por la noche, está reservado para escribir esta columna. Es bueno el procedimiento, pues permite recoger las vivencias de los últimos días y comentarlas. La irracionalidad implícita en el control remoto, me obnubiló este lunes para ver a Roberto Carlos. Sabía que no iba a ser un espectáculo lastimero, donde quedaría en evidencia, el deterioro del ídolo de ayer en voz y figura.

El cantante, nunca fue de canciones bullangueras ni de altos registros. Muchos de sus temas rayan en lo coloquial- sentimental. En sus arreglos y letras, mucha sensiblería de amante post “ bella ensoñación”, que no le obligaban a forzar las cuerdas vocales. Roberto Carlos, hombre religioso, adherido a credos no permisivos a las bajas pasiones humanas, mantiene una buena estampa. Una mezcla entre Edson Beiruth y Camilo Sesto, denota buenas cirugías e implantes. Ni por la calidad de sus dientes óseo integrados, ni por el ritmo de sus canciones había posibilidad que le saltara un diente, como le sucedió al pobre Rafael.

En el escenario y en el público estaban los nuestros. Parejas de cincuentones y sesentones, que vivieron los desordenes hormonales de sus primeros amores juveniles, escuchando sus pausadas baladas. Hoy, los abuelos de la nada, ejemplo de sobrevivencia en una sociedad donde hasta la pareja pasó a ser desechable. Ahí estaba la llamada generación perdida, los muchachos del toque de queda milico, que sólo pudieron amar de día. El espectáculo era de los nuestros, apoteósico y prostático. La matriarca, la alcaldesa, complacida y enflaquecida, miraba a su alrededor al ver como la tribu aprobaba a su invitado.

En la platea los de la Isapres, bien cuidados y asegurados. En la galera me imagino, porque nos los enfocaban, el pueblo robertiano de programas sociales y Fonasa. Por ningún lado un inoportuno rostro pokemón o gótico. En el escenario Roberto Carlos, mostrando feliz a su orquesta vitalicia; al piano un señor patético mezcla rara de Carlos Mennen con enano de la revista “El Peneca”. El cantante habla de los “niños que lo acompañan”, evidencia de ser un buen empleador; con ellos, dice haber grabado todos sus discos. Aunque luego aclara, que ahora se llaman cidis y dividis. Pero todos de una calidad extraordinaria, como dice mi amigo el pastelero “ Moncho, te has fijado que al músico viejo, siempre le queda el compás”.

Después del forzado parto y reparto de antorchas y gaviotas al lloroso ídolo, los viejitos de Chile a dormir, en una noche de ilusiones y recuerdos.