jueves, 3 de marzo de 2011

Alberto Caro, Soberano de la Península Muñoz Gamero



POR RAMÓN ARRIAGADA, SOCIÓLOGO

Llega a la entrevista muy terneado, con traje negro riguroso, es indicio que Alberto Caro Pérez ve este momento como importante, una instancia solemne para comunicar algo que le preocupa. ¡Quiero que todos sepan, sobre todo las autoridades, que yo soy el dueño de la Península Muñoz Gamero¡ . Nos adelantamos para pedirle que nos entregue razones para respaldar su afirmación, pero lo único que logramos es despertar un enojo. Ha tenido conocimiento que hay planes para realizar estudios de futuros circuitos turísticos en los que él considera “sus dominios”.

Algo dice haber escuchado en la radio sobre un grupo de investigadores de la Universidad de Concepción que fueron al lugar y lo más grave que no fueron en su lancha y con él de guía. Alberto Caro, decano de los pescadores artesanales, todo un personaje en Puerto Natales, trae un tubo con títulos de arrendamientos, ya amarillentos y cartas de navegación. Pero también un acopio de recuerdos de su infancia y juventud pasados en Ancón sin Salida, un hermoso sitio de los canales ubicado en el lado norte de la Península en disputa.


La Dinastía de los Caros

Escuchándolo, queda la impresión que si hay un soberano de esa ínsula, él es Alberto Caro. Geográficamente esos, además, son los dominios naturales absolutos del Volcán Burney, que hizo noticia con su última erupción (registrada) en el año 1910. La familia de Alberto, asumió estar al lado de un gran caldero de fuego en actividad que se manifiesta, hasta ahora, con constantes ruidos subterráneos y bocanadas de cenizas.

Precisemos, la “Dinastía de los Caros”, se estableció en “ Ancón Sin Salida”, lugar emblemático en el paisaje de los canales cercanos a Puerto Natales; este accidente geográfico fue bautizado por el mismísimo Sarmiento de Gamboa, cuando buscaba el Estrecho de Magallanes ( 1579). Alberto nos muestra un certificado de la Inspección de Tierras de Magallanes del 13 de enero del año 1943, donde se le concede a su padre, Reinaldo Caro Muñoz, los lotes 13 y 14, ubicados en la Península.

“El viejo mío venía de Osorno, debió tener algo de gringo alemán porque era alto y rubio. Se dedicaba al negocio de las pieles, y por eso creo yo, pidió el Ancón. Estaba cerca de los indianos que lo surtían con pieles de nutrias. A los indios no les gustaba ir a vender a Natales, porque les daban vino y se aprovechaban de las indias viejas y jóvenes”.


Convivencia en el Ancón sin Salida

El poblador osornino, llegó casado a habitar el lugar con su mujer, Salomé Villegas y sus hijos. Alberto asegura que sus hermanos llegados del norte eran rubios. La explicación de sus rasgos alacalufes es comprensible, pues Reinaldo Caro, partió a buscar unos animales cerca de Williams. Después de muchos meses, regresó a Muñoz Gamero con vacunos en un barco acondicionado como corral; pero de “Wica”, trajo una indiecita canoera que ya venía embarazada y seguía fielmente a Reinaldo.

Alberto confiesa sobre su mamá, Juana Pérez, “ella, pobrecita, fue aceptada por doña Salomé y se llevaban muy bien, hacían todo lo de la casa y siguieron naciendo hijos con mi mamá”. Entre ambas camadas totalizaron diez hermanos. Dice nuestro entrevistado, que su papá tuvo que contratar un profesor para enseñarles las letras y los números. Recuerda, no con mucho cariño, al maestro Ricardo Comei, evidencia de su poca aplicación. Alberto era feliz, cuando desde los once años, acompañaba a su padre por los canales a comprar nutrias y cueros de lobos marinos.


En el Canal Smith, cementerio del mar


En esas andanzas rodeando la Península Muñoz Gamero, buscando campamentos alacalufes, conoció todos los recovecos de los territorios de los cuales se declara soberano. En el Canal Smith, cementerio de barcos, todos los naufragios supieron de la visita de los Caros. “Era peligroso acercarse con nuestro bote a vela, pero igual registramos el Branch, el Moraleda, el Maga y el Punta Verde”. Cuando le preguntamos por el raqueteo del “ Santa Leonor”, hundido en 1968, esboza una sonrisa socarrona y dice “esa es otra historia de inventos contra nosotros”.



Llegaban en sus navegaciones y negociaciones hasta Puerto Edén. Era tal la familiaridad con los alacalufes que entendían muchas palabras, además porque cuando los Caros se iban de caza por seis meses, usaban a los indios jóvenes para ir a buscar las nutrias mal heridas en sus cuevas o en los aparragados.


Para Alberto, los indios de Puerto Edén, fueron llevados al alcohol por los nutrieron chilotes, “a los alacalufes no les gustaba negociar con los “huichi huiliches”, que eran mezcla mapuche con chonos, porque les robaban las pieles de lobo y nutria, ellos se desquitaban robándoles los botes”. En sus viajes a Puerto Edén conoció a Lautaro Wellington… “era un indiano que fue llevado al norte, volvió de milico y trataba como esclavos a sus hermanos, murió borracho con dos indias cuando se les dio vuelta el bote”.



Del Burney bajaba “ El Verano”

Dice conocer todos los “arrastraderos” que hay en los canales; explica que los alacalufes o “kawescar” evitaban largas navegaciones, acortando camino, llevaban sus canoas arrastrándolas o al hombro cuando eran más livianas. El más conocido es el que está en el fondo del Seno Obstrucción, llamado “Paso del Indio”. De Ultima Esperanza pasaban hacia el Seno Skiring.

“Los indios del lugar respetaban al Volcán Burney. Cuando tiraba humo decían que estaba enojado. Se alejaron cuando empezó a tirar fuego con temblores y llamas que iluminaban, de eso debe hacer unos 45 años, que fue la última vez que lo ví muy enojado”, nos confidencia, cuando le preguntamos sobre si es verdad que el volcán está activo.

De las faldas del Burney, donde hay un ventisquero, Alberto Caro recuerda que bajaba enfurecido en diciembre un toro bagual que era blanquísimo “parece que era albino y cubría todas las vacas en los corrales, le llamábamos “Verano”, cuando se le calmaban los nervios era de los más manso, incluso nosotros nos subíamos a su lomo”.


Un día el albo bagual desapareció para siempre, “a lo mejor lo alcanzó el Peuchén” es su explicación, que nos imaginamos debe ser compartida, por no pocos pescadores, que navegan en los canales, donde constatan fenómenos sin explicaciones.

No es extraño en las costas de los canales australes, observar grandes zanjas, seguramente producidas por desmoronamientos en una zona de mucha actividad pluviométrica. Parecen haber sido cavadas por maquinaria pesada. Alberto asegura que “las hace el Peuchén cuando enfurecido baja del cerro, como es un animal grandote con una capa de huiros en el lomo, deja esas cunetas, echando los diablos al mar”.


Las visitas del Caleuche


Estando toda la familia en Ancón sin Salida, fueron dos las oportunidades en que recibieron la visita del “Caleuche”, “la playa cerca de la casa se llenaba de lobos marinos, los perros avisaban enrabiados que estaban ahí, como era de noche veíamos a lo lejos las luces del buque arte, como le llamaban los antiguos; los marinos del barco se transforman en lobos para poder bajar a tierra”.

Argumenta que en Puerto Natales, había muchos comerciantes, que tenían trato con “El Caleuche”, “nunca les llegaba mercaderías y siempre estaban llenos de cosas; una prima mía trabajaba como empleada, para uno de ellos y un, día fue abrir una pieza del fondo de la casa y habían como diez lobos marinos durmiendo”. Identifica al comerciante, ya fallecido, y nos dice que seguramente anda navegando con sus amigos del barco mitológico.

Es difícil retrucarle y seguir indagando sobre estas creencias y muchas otras. Nos impresiona su convicción . Incluso llegamos a pensar que no estamos, para egoístamente dudar de la autenticidad de sus creencias, que forma parte de la cultura de los pescadores nuestros. En Alberto hemos encontrado, una ventanita por donde emerge la autenticidad de un repertorio bien estructurado de repuesta a los fenómenos de la vida diaria en canales, que guardan secretos de vida y muerte, a los cuales, quienes desde la comodidad de la ciudad jamás tendremos acceso.

Como testimonio de su deseos que lo declaren el gobernante absoluto de la misteriosa Península Muñoz Gamero, se cruza una franja con los colores regionales y nos asegura que cuando tome posición nuevamente de sus dominios en Ancón Sin Salida, lo hará pensando en sus descendientes, “que quiere verlos crecer en el lugar más hermoso de todo el mundo”.